Entradas desordenadas:

Facebook no facilita la posibilidad de rescatar entradas antiguas con comodidad, así que el desorden cronológico con que se suceden en este blog se debe a ello. Sólo con tiempo y paciencia se puede ir cada vez más atrás localizando reflexiones y pensamientos dignos de ser recuperados; la búsqueda resulta muy cansadora. Este blog hace una selección de la participación de Brigantinus desde su inicio... e introduce otras posibilidades no previstas en su origen... como "lo que no escribí en facebook" ... que, según creo, es la que encuentro más atractiva.

sábado, 2 de septiembre de 2017

A propósito del Referendum catalán

Este artículo no está destinado a convencer a los soberanistas catalanes (simplemente porque a esta altura ya no existen argumentos racionales capaces de obrar tal milagro), pero sí puede interesar a los otros españoles que se preocupan del follón que se ha armado en una parte de su territorio. Entre estos existe, y no en pocos, la presunción de que otorgando el supuesto "derecho a decidir" a la región catalana, con un referendum legal y vinculante se acabaría el problema que se arrastra desde el siglo pasado. Personalmente pienso que no sería así, y coincido completamente con la conclusión de este artículo que copio aquí (para beneficio de los que no soportan la lectura de un tema tan árido):
"... Escocia votó por seguir formando parte del Reino Unido. Y a partir de aquí empiezan los problemas, una vez sentado el precedente ¿Cuánto tiempo pasará para formalizarse otro referéndum? Pues muy poco... El parlamento de Escocia ya está impulsando nuevo referéndum de independencia, por lo que parece que la concesión del derecho de secesión debe terminar a lo largo del tiempo en la disolución territorial (votar y votar hasta que el resultado sea el deseado)."
Exactamente no tendríamos un referendum y se acabó el problema (ya que el resultado, según las encuestas actuales, mantendría a Cataluña dentro de España, con la derrota de los separatistas), sino que tendríamos más referendums en el horizonte, como objetivo político permanente, de los partidos soberanistas.
A nadie, con tal que piense un poco, se le escapa que la posibilidad de mantener tal horizonte tendría réditos políticos importantes para estos partidos: los eximiría de plantear nuevas respuestas a todos nuestros problemas y manteniendo la misma cantinela tendrían una clientela electoral asegurada, gracias a la fe independentista, por décadas de actividad política.
Obviamente los partidos no separatistas, principalmente PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, también ven lo que aquí muestro (sólo que por razones tácticas algunos prefieren marear la perdiz y decir que están de acuerdo con el referendum separatista... y que votarán "no"), pero no termino de entender porque no aclaran a sus votantes la futilidad de esta clase de referendum. Probablemente porque también les conviene políticamente mantener esta inútil polémica en tanto siempre se está mejor afirmando la "unidad de España" que resolviendo, de verdad y en la vida real, los problemas que tenemos.
Resolver las cuestiones que nos duelen (como la creciente injusticia en la distribución de la riqueza que producimos) es afectar intereses (no se hace una tortilla sin romper huevos) y los políticos, como se ha demostrado en estos cuarenta años de democracia, prefieren crear "comisiones" y hacer teatro en el Congreso que meterse en honduras que crean más enemigos peligrosos que amigos útiles.
Así la tenemos liada por mucho tiempo; hasta que por agotamiento y por el surgimiento de nuevos problemas, graves y urgentes, las nuevas generaciones se olviden de esta historia.
En política, como en filosofía, los problemas principales que no se resuelven, terminan olvidándose (pasan de moda) para abordar los nuevos desafíos que, a su vez, tendrán una respuesta real o no, y entonces se repetirá la historia.

El derecho de secesión es una cuestión que ha sido fuente de conflicto históricamente ya que impacta frente al derecho de integridad territorial.…
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miércoles, 21 de junio de 2017

Hoy en Cataluña

21-junio-2017

No coincido en absoluto con los independentistas, aunque defendería en cualquier lado que tengan el derecho a exponer su opinión y a que los voten aquellos que comulgan con sus pretensiones. Entiendo que la democracia es justamente eso: el derecho de las minorías a expresarse libremente y reducir la censura estatal a su mínima expresión (por idénticas razones defiendo que no se puede prohibir la publicación de Mein Kampf ni manifestaciones nazis, siempre que se ajusten a derecho). 

Justamente lo que asistimos en Cataluña los sufridos ciudadanos es a una corrupción deliberada del lenguaje y los conceptos de lo que es una democracia constitucional y las normas que guían a un Estado de Derecho. Por lo tanto me parece bien que un catalanista reconocido, pero no dispuesto a falsear ni a propagar la ceremonia de la confusión, diga claramente lo que aquí no funciona y cómo se intenta engañar a la gente. 

Podemos estar más o menos de acuerdo en cuál debe ser el papel que deben jugar las grandes autonomías, las más potentes, en el desarrollo de España; podemos estar más o menos de acuerdo en cómo debe repartirse el presupuesto común, y cómo orientar la educación general para obtener buenos y competentes ciudadanos; podemos disentir en muchas cosas, pero creo, sinceramente, que lo que no podemos hacer es pervertir la democracia convirtiéndola en la asamblea permanente dónde una minoría dirigente manipula todo el ambiente político de Cataluña, distribuyendo descaradamente falsedades jurídicas de grueso calibre, y usando a los medios de comunicación que les son afines para difundir tales falsedades. 


Se puede engañar a unos pocos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo.

martes, 9 de mayo de 2017

En defensa del error. Un ensayo sobre el arte de equivocarse

9-mayo-2017

Creo que ya tengo edad para observar, en perspectiva, lo que se podría llamar mi vida intelectual, no en el sentido francés del término, sino en el más sencillo que se refiere a todas las cosas que pensamos y razonamos.
Mi primer hito, o momento clave -tal como lo recuerdo- fue el encuentro con Emilio Salgari cuando tenía, aproximadamente la edad de 7 años. Por entonces ya había incursionado repetidamente en el territorio de las "historietas" y los libros -que me regalaron para mi cumple- del insigne escritor italiano me trasladaron a otro mundo inimaginado: El Corsario Negro y Sandokan, junto con La Perla de Labuan y los tigres de Mompracem me iniciaron en un camino sin retorno.
Mucho más tarde, ya en el secundario, otro hito que recuerdo fue el encuentro (obligado en este caso porque era un manual de instituto) de Vicente Fatone y su libro de Lógica. A partir de ahí los temas de lógica y posteriormente epistemológicos y de filosofía de la ciencia siempre me fueron amigables. Vicente Fatone fue un gran escritor, especialista en la filosofía india, pero aquel libro en el que explicaba la lógica para jóvenes inexpertos fue un regalo que aún le agradezco.
El tercer hito fue "El orígen de la familia, la propiedad privada y el estado" de Friedrich Engels... pero esto ya es otra historia que no viene a cuento.
Toda esta larga introducción surge porque la cuestión de "la verdad" y lo que es "falso", las creencias y su lógica interna son siempre temas que me llamaron la atención, en cualquier momento y en cualquier lugar.
De mi historia pasada concluyo que no fué por casualidad que este libro que ahora recomendaré cayese en mis manos, aunque minutos antes de ver la oferta de Amazon ignorara su existencia. Se trata de: "En defensa del error. Un ensayo sobre el arte de equivocarse" de Kathryn Schulz, Siruela, Madrid, 2015 (2010).
Su título en inglés es para mí mejor que su traducción: Being Wrong. Adventures in the margin of error. No entiendo porque los editores se ponen a enmendar la plana al autor y cambian los títulos de los libros. Este es un caso más de tales latrocinios. Pues bien, este libro me parece una perla: sencillo, con lenguaje claro y evitando en lo posible todo tecnicismo, pero muy agudo en su intento de comprender un fenómeno universal que también nos afecta, como no podía ser menos.
Se trata del hecho generalizado que aceptamos alegremente que todo el mundo se equivoca, errare humanum est, pero que uno, en particular, NO SE EQUIVOCA en las cuestiones fundamentales.
Schulz investiga en que medida somos "ciegos" a nuestros errores, y cuando no hay más remedio que advertirlos... los olvidamos con gran rapidez. También la fuerte tendencia a juzgar nuestras creencias anteriores -que ya no sostenemos- considerándolas frutos transitorios de una inmadurez ya muy pasada. Situación que obviamente ya no se da, ahora, que tenemos más experiencia.
No podemos afirmar y simultáneamente creer que tenemos un conocimiento provisional sujeto a cambios constantes; esto es algo que repugna a nuestra percepción de los hechos.
Lo que creemos, lo vemos, lo palpamos, hasta somos capaces de olerlo. Y por lo tanto NO estamos dispuestos a reconocer que equivocarnos -en cosas de importancia- es un hecho intelectual habitual.
No podemos hacerlo porque admitirlo pondría en cuestión nuestra identidad y la confianza que tenemos en que los hechos nos hablan con claridad.
Si admitimos que nuestros juicios son falibles, incompletos, transitorios y sobre todo superficiales (salvo que hayamos empleado media vida en profundizar en una materia dada) es como si simultáneamente pusieramos en cuestión la realidad que nos circunda. Como si todo fuera una nube pasajera.
Sin embargo esta emoción, que cualquiera puede provocarse pensando en la cuestión del "error" y lo poco que sabemos "de verdad", no es concluyente.
Podemos vivir en la incerteza y en la provisionalidad cómodamente; la búsqueda de la seguridad no es esencial ni importante para la supervivencia; es una cuestión de costumbre, nada más.
Se puede aceptar que nuestros juicios son tentativos, en espera de nueva información, sin perder el apetito ni el sueño. Probablemente algunos de lo que lean esto pensarán: "este tipo se equivoca completamente". Y quizá tengan razón... ¡quién sabe!

sábado, 6 de mayo de 2017

6.mayo.2017

Dentro de mi modesta campaña por hacer conocer las mejores figuras del siglo XX, y por su lectura o relectura comprobar que también aportan ideas interesantes para nuestra época, transcribo aquí los 12 principios que Karl Popper pensó para la gente que piensa y escribe parte de lo que piensa; aunque hay veces en que pareciera que también hay gente que escribe más de lo que piensa:

Doce Principios para una Nueva Ética Profesional del Intelectual.
1. Nuestro saber conjetural objetivo va siempre más lejos del que una
persona puede dominar. Por eso no hay ninguna autoridad. Esto rige también
dentro de las especialidades.

2. Es imposible evitar todo error o incluso tan sólo todo error en sí
evitable. Los errores son continuamente cometidos por todos los
científicos. La vieja idea de que se pueden evitar los errores, y de que
por eso se está obligado a evitarlos, debe ser revisada: ella misma es
errónea.

3. Naturalmente sigue siendo tarea nuestra evitar errores en lo posible.
Pero precisamente, para evitarlos, debemos ante todo tener bien claro cuán
difícil es evitarlos y que nadie lo consigue completamente. Tampoco lo
consiguen los científicos creadores, los cuales se dejan llevar de su
intuición: la intuición también nos puede conducir al error.

4. También en nuestras teorías mejor corroboradas pueden ocultarse errores,
y es tarea específica de los científicos el buscarlos. La constatación de
que una teoría bien corroborada o un proceder práctico muy empleado es
falible puede ser un importante descubrimiento.

5. Debemos, por tanto, modificar nuestra posición ante nuestros errores. Es
aquí donde debe comenzar nuestra reforma ético-práctica. Pues la vieja
posición ético-profesional lleva a encubrir nuestros errores, a ocultarlos
y, así, a olvidarlos tan rápidamente como sea posible.

6. El nuevo principio fundamental es que nosotros, para aprender a evitar
en lo posible errores, debemos precisamente aprender de nuestros errores.
Encubrir errores es, por tanto, el mayor pecado intelectual.

7. Debemos, por eso, esperar siempre ansiosamente nuestros errores. Si los
encontramos debemos grabarlos en la memoria: analizarlos por todos lados
para llegar a su causa.

8. La postura autocrítica y la sinceridad se tornan, en esta medida, deber.

9. Porque debemos aprender de nuestros errores, por eso debemos también
aprender a aceptar agradecidos el que otros nos hagan conscientes de ellos.
Si hacemos conscientes a los otros de sus errores, entonces debemos
acordarnos siempre de que nosotros mismos hemos cometido, como ellos,
errores parecidos. Y debemos acordarnos de que los más grandes científicos
han cometido errores. Con toda seguridad no afirmo que nuestros errores
sean habitualmente perdonables: no debemos disminuir nuestra atención. Pero
es humanamente inevitable cometer siempre errores.

10. Debemos tener bien claro que necesitamos a otras personas para el
descubrimiento y corrección de errores (y ellas a nosotros); especialmente
personas que han crecido con otras ideas en otra atmósfera. También esto
conduce a la tolerancia.

11. Debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica; pero que la
crítica por medio de otros es una necesidad. Es casi tan buena como la
autocrítica.

12. La crítica racional debe ser siempre específica: debe ofrecer
fundamentos específicos de por qué parecen ser falsas afirmaciones
específicas, hipótesis específicas o argumentos específicos no válidos.
Debe ser guiada por la idea de acercarse en lo posible a la verdad
objetiva. Debe, en este sentido, ser impersonal.

Les pido que consideren mis formulaciones como propuestas. Ellas deben
mostrar que, también en el campo ético, se pueden hacer propuestas
discutibles y mejorables.

"Tolerancia y responsabilidad Intelectual"

Extracto de la Conferencia pronunciada el 26 de mayo de 1981 en la
Universidad de Tubinga, Alemania. Repetida el 16 de marzo de 1982 en el
Ciclo de Conversaciones sobre la Tolerancia en la Universidad de Viena,

Austria.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Tipos de democracia

3-mayo-2017

Karl Schmitt es un autor que debemos conocer, aunque no necesariamente compartir sus ideas. Por ejemplo su crítica a la "representación", pilar de nuestra democracia que justamente se denomina "democracia representativa" resulta muy estimulante.

Él opina que donde hay más representación hay menos democracia, por lo que una democracia representativa sería un término contradictorio en sí mismo. Obviamente si nos inclinamos por esta tesis entonces lo que cuadra es aplaudir la "democracia directa" o asamblearia, en la que la gente vota a mano alzada sin delegar en ningún representante.

Yo pienso que es mucho más democrática esta última, pero también en la práctica da lugar a una perversión muy común: las asambleas pueden ser dominadas por pequeños grupos disciplinados capaces de imponer sus opiniones. Algo que se puede observar si uno ha frecuentado muchas "asambleas". El problema surge de la heterogeneidad de cualquier asamblea donde muchos saben poco y algunos saben demasiado. La posibilidad de ser influenciado in situ, mal informado, sugestionado o simplemente presionado... es muy alta.

Pero la democracia representativa no está libre de estos males y además tiene otros propios, como que entre elección y elección los representantes suelen hacer lo que quieren sin tener en cuenta a sus representados. Sin hablar de las posibilidades de corrupción que, obviamente, no pueden darse en una democracia directa.

Ah! me olvidaba de otra debilidad de esta clase de democracia, la directa: que la gente no quiere, habitualmente, estar al tanto permanentemente de las cuestiones políticas, sólo una minoría soporta esto o lo vive con agrado; así que volvemos a asambleas con mucha gente poco informada y sin zorra idea de lo que en realidad se está discutiendo.

¿Hay alguna solución razonable? En principio lo más práctico, si bien lejos del ideal, es la democracia representativa. Si bien ésta debería estar limitada por diversas reglas para disminuir sus particular forma de pudrirse, como ser: rotación de los representantes (que no sean siempre los mismos), tiempos no demasiado largos (para evitar el fenómeno de "profesionalización"), y una gran transparencia en lo que hacen, como se mueven y cómo gastan el dinero los representantes.

Puede haber más limitaciones, pero ya con éstas serían suficientes para evitar los males más evidentes de la democracia representativa.

Ver
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=5597

lunes, 1 de mayo de 2017

El principal error es ignorarlo

Entrada del 1-5-2017

Releía, como estaba un poco aburrido, un suplemento que guardo de La Vanguardia, del 27 de septiembre de 1994, dedicado a la muerte reciente del filósofo Karl Popper. Me gustó, siempre, la manera como el filósofo consideraba al "error". No era un obstáculo ni una pérdida de tiempo, tampoco un accidente evitable; errores cometemos todos, desde los científicos hasta los políticos y por supuesto nosotros, los sencillos ciudadanos que constituímos algo así como el tejido de lo social. Popper venía a decir, en sustancia, que de los errores se aprende mucho, y que negarlos o rechazarlos es el mejor camino para el estancamiento intelectual.

Pensaba yo que a nuestro Presidente actual le haría falta leer o releer, si alguna vez estuvo a su alcance, al filósofo que comento. Quizá aprovechando una tarde aburrida o quizá porque algún buen consejero le prepare un dosier con los pensamientos básicos de Popper y sus aplicaciones a la política. Si Rajoy repasara al autor de "La lógica de la investigación científica" y también el de "La sociedad abierta y sus enemigos" captaría en seguida, porque tonto no es, que la democracia es, como escribe Josep Ramoneda en este mismo suplemento, "el único sistema político que se define en función del error y no de la implacable y autoritaria imposición del bien".

Y de pensamiento en pensamiento no tardaría en concluír, supongo, que la cuestión crucial no es que en su partido se haya descubierto una vasta trama de corruptos, cosa en si mismo muy mala pero no irreversible, sino en saber tomar el toro por los cuernos y expulsar toda posibilidad de corrupción en el futuro; amén de denunciar a todos los corruptos que en su partido aún se esconden.

Una catarsis de este tipo, valiente y peligrosa pero audaz y entusiasmante a la vez, podría llevar a nuestra democracia a un nuevo nivel de autoconciencia. Algo profundamente positivo para nuestro futuro, en vez de hacernos sentir, a todos, que vivimos en un lodazal de mentiras y exculpaciones.

Rajoy puede hacerlo, si quiere y si se anima, y si -por supuesto- cuenta con el aval de las principales figuras no tocadas de su partido. Actualmente el PP es el partido mayoritario y creo que sería capaz de soportar una purga en regla. Más aún, saldría rejuvenecido de tal operación, si se hace a tumba abierta y a la vista de todos. El PP seguiría siendo el partido mayoritario por muchos años; en cambio, si fía todo al repunte de la economía y a la estima de sus iguales en las reuniones europeas, es probable, no seguro, pero nada irracional suponer que este partido no sobrevivirá mucho tiempo. Durará sí, pero en un modesto lugar como a la larga les sucederá a todos los que no han sido capaces de entender que el tiempo del secreto y el misterio está acabándose aceleradamente. 

sábado, 8 de abril de 2017

La vida y el arte

8 de abril del 2017

Releo a Fernando Pessoa, para mi un escritor inquietante porque en su extraño mundo caben muchos de los mundos por mi conocidos. Su personaje, Bernardo Soares (Libro del Desasosiego), sueña con los Mares del Sud y abandonar su trabajo, su patrón y sus compañeros; pero luego reflexiona que allá también pertenecerá a otros; que tendrá un nuevo patrón y un nuevo uniforme, y siente que prefiere lo que tiene, que lo ama aunque más no sea porque no conoce otra cosa. Se conforma con su suerte y se enroca en ella. (pág. 23)

Bernardo Soares contempla a su patrón, Vazquez; el que es el dueño de su tiempo diurno, y lo mira desde el futuro, imaginándoselo en una casa tranquila o en una residencia de ancianos, entre la masa anónima que no tuvo poder para triunfar en la vida. Incluso lo imagina como alguien que fue, para él, significativo en una vida remota. Y comprende que Vázquez con su figura vulgar y su manera de ser previsible, es la vida misma; así como su cuarto en la misma calle representa el Arte. El arte que alegra la vida, pero que, a la postre, es tan monótona como ella misma. Reflexiona que en la misma calle conviven todas las soluciones a sus enigmas, excepto la razón de la existencia de éstos. (pág. 25)


(de mi Libreta de Notas, nº 36, pág. 3989)

jueves, 30 de marzo de 2017

El secreto bancario

30 de marzo de 2016 · 

Hace un tiempo comenté un artículo de Investigación y Ciencia ("Una fórmula para desencadenar una crisis", David H. Feedman, enero, 2012). En él se analiza la falta de fiabilidad de los modelos matemáticos que se utilizan en las finanzas internacionales; y como la ausencia de crítica epistemológica de ellos crea un riesgo cierto de caer en nuevas crisis financieras en un futuro inmediato.

Pues bien, en una relectura del citado artículo, que me llamó poderosamente la atención porque no me cuadraba que tan sensato análisis no haya dejado ninguna huella en la prensa en años posteriores (o quizá sí, pero lamentablemente, no accedí a ellas), vuelvo a recordar y admirar la existencia de un fenómeno que resultaría absurdo para un "marciano", es decir para alguien inteligente que no perteneciese a nuestra especie.

Me refiero al hecho cierto y demoledor de que no hay forma de conocer "qué aspecto tiene el sistema financiero", en el sentido de no saber "a ciencia cierta quién negocia con quién ni por cuánto dinero, por lo que no pueden predecirse las repercusiones de una quiebra como la de Lehman Brothers". (pág.53).

La solución sería casi de escuela primaria, se trataría de "cartografiar todas esas conexiones", o dicho de otra manera, conocer quién negocia con quién y cuánto dinero hay en juego. Pero resulta imposible ya que los Bancos son completamente reticentes a entregar esos datos; sobre todo porque pueden alertar a la competencia sobre "inversiones de gran calibre (que podrían) desencadenar, por imitación, una compra generalizada y disparar precios". Sin hablar, claro está, de todo el dinero negro que empezaría a aflorar y a hacer la boca agua a tanto fisco voraz que anda trotando y babeando con la boca abierta, como coyotes, por este ancho mundo.

El autor considera que los requisitos de confidencialidad sobre armas nucleares son bastante fiables y no ve razón para que no aplicarlas también en el registro de las transacciones financieras. Lo cierto es que no se sabe, y por lo tanto no hay información fiable para alimentar los modelos matemáticos que se utilizan para calcular los riesgos; o para decirlo de manera más plana: no sabemos cuánto dinero circula, ni quién lo tiene, ni hacia dónde se mueve ni se está produciendo otro agujero negro especulativo de magnitud colosal en la masa de capital circulante.

El secretismo bancario es una losa negra que impide tomar medidas de seguridad además de convertir a los modelos de previsión en poco más que juegos matemáticos en manos de sacerdotes ocultistas. 

Me gustaría saber más sobre este asunto, aunque -y esto me da una gran tranquilidad- el ignorarlo o conocerlo no serviría de nada para modificar la situación actual.


Ventajas de no participar en los círculos de decisión. Se puede dormir tranquilo contando ovejitas en vez de estar calculando dónde cavar un pozo para ocultar y proteger el dinero que se tiene. La pobreza tiene, también, su pequeño paraíso que como patio trasero de una casita inglesa permite relajarse y tomar el te al viejito jubilado.

domingo, 26 de febrero de 2017

Jesuítas y dominicos

Publicado el 26 de febrero de 2015 (hace dos años)

Hay una revista que se puede localizar sólo en las bibliotecas; la encontré de casualidad (aunque la "casualidad" es probable que no exista, no quita que de un toque romántico e imprevisible a nuestra vida). En el último número de esta revista, que es del 2012 (lo cual da idea que no es una publicación que siga la moda), en el número 47-48, hay varios artículos que me llamaron la ℅.

La revista en cuestión se llama "Historia, Antropología y Fuentes Orales" y el artículo que ahora menciono y que ocupa de la página 143 a 154 se titula: "Pecados y cotidianidad en la Andalucía moderna. Una breve aproximación". La autora, para más datos, es María Ruiz Ortíz.

Luego de estos breves datos que espero sirvan para encontrar la publicación (a esas almas inquietas que, supongo -siempre he sido un optimista- frecuentan la Red), comentaré la parte que más me atrajo. 

Según parece, cuenta la autora, a partir del Concilio de Trento (1545-1563) "la confesión se convertirá en una herramienta fundamental para la coerción del fuero interno de los creyentes" (pág. 143). Esto lleva implícito, claro, que las confesiones particulares eran objeto de algún análisis posterior en donde, imagino, los clérigos de la época discutirían los pro y los contra de las historias que sus oídos habían recibido.

La necesidad de juzgar y orientar adecuadamente a los creyentes conformó una gran y extensa casuística moral. Según el artículo las posiciones teóricas y prácticas se dividían en dos grandes escuelas, con ramas secundarias: la probabilística y la rigorista. 

La "probabilística" (que es la más interesante, de allí que fuese preferida por los jesuítas) se basa en un escrito de Santo Tomás: "Me parece que, si una opinión es probable, sea seguida, aunque la opuesta sea la más probable...". Aquí el Santo da un salto dialéctico (más propio de Hegel, todo sea dicho), ya que asume que se puede contrariar un criterio extendido, aceptado y consolidado, por otro nuevo que sea menos probable, pero tampoco imposible.

Como dije hace un momento esta alternativa fue adoptada por la Compañía de Jesús que no tenía un pelo de tonta, y ayudó a desarrollar una doble moral que favoreciera a los poderosos siempre y cuando sus "excesos" no tomaran estado público y por lo tanto se convirtieran en motivo de escándalo.

Naturalmente los dominicos ("domini canes", perros del señor, en boca de los jesuítas) no estaban nada de acuerdo, a pesar que la primera patada a la pelota la había dado nada más ni nada menos que su fundador Santo Tomás. Ellos preferían la posición rigorista, basada en la opinión establecida por la Santa Iglesia y que no distinguía ni entre clases ni entre estamentos.

Los jesuítas desarrollando la nota de Santo Tomás razonaron que "... ya que la validez de los actos morales supone la certeza moral para demandar su obligatoriedad, en ausencia de certeza solo se puede considerar opinión, lo que nos conducirá a basar nuestras decisiones en las opiniones más probables. Sin embargo, una opinión por muy probable que sea, sigue siendo incierta, por lo tanto, puede seguirse la opinión menos probable sin que ello sea contradictorio." (pág. 144, llamada 5)

En esta época de tanta prisa y tan poca sustancia (excepto en el pensamiento científico) estos razonamientos son difíciles de seguir y menos de entender, pero en aquellos tiempos proporcionaban el asiento necesario para que la Santa Iglesia invadiera los espacios más privados e íntimos de su feligresía. Todo estaba a su alcance: los actos externos y los internos que aún no habían cuajado en acciones; el sexo, y los pensamientos impuros, el uso cotidiano del ocio y de las relaciones humanas, las esperanzas y las aversiones.

Este control, tan profundo y minucioso, ahora recibiría un nombre demoledor: totalitarismo. Y sería rechazado por la mayoría de los que leen estas palabras. Rechazo, es verdad, ni absoluto ni universal, ya que para las personas creyentes, aunque con cierto resquemor más o menos inconsciente, aún se prestan a una inquisición tan perturbadora como la que se brinda en la confesión (independientemente de sus valores psicológicos donde compartir la culpa trae un descanso espiritual innegable).


En realidad creo que me he ido por los cerros de Úbeda; excelente lugar digno de perderse en él. Lo interesante es el artículo en si mismo; y en consecuencia termino aquí invitando a localizar la revista citada. En este número y en los anteriores, se encontrarán, seguro, muchas cosas curiosas y atractivas para las mentes inquietas ... que no se conforman con las opiniones más probablemente aceptadas.

martes, 14 de febrero de 2017

El tren de Lenin

Publicado 14-2-2017

Febrero es un mes frío, aún estamos en pleno invierno, y este febrero además tiene la característica de cumplir cien años del inicio de un acontecimiento de repercusión mundial: la caída del Zar y su régimen absolutista en Rusia. Una Rusia gigantesca que incluía Polonia y que era uno de los pocos grandes imperios europeos-asiáticos. 

Recomiendo ver la película de Damiano Damiani, de notable fidelidad histórica, que narra los acontecimientos iniciales del proceso postzarista que llevó de la democracia incipiente al triunfo del bolchevismo soviético. Saber lo que ha pasado nunca es inútil, pero, se me ocurre, en estos tiempos empieza a ser urgente porque el gran avance tecnológico va de la mano con una creciente infantilización del pensamiento político europeo. Una paradoja que nadie previó pero que nos amenaza seriamente: al no saber ni entender lo que ha sucedido, nos estamos creyendo que hay de verdad nuevas soluciones salidas de la manga de algún mago político. 

Para los españolitos de hoy, analfabetos en historia contemporánea, es urgente recuperar el tiempo perdido por el franquismo y la transición para entender mejor lo que se cuece en nuestra época. 

Obviamente este llamamiento caerá en el vacío pero uno no deja de creer, hasta el final, que persiste la vida inteligente en la península, y que si bien cayó la Segunda República en el 39 no necesariamente desaparecieron todos los pensadores políticos con ella. 

En fin, no abundaré en reflexiones pesimistas pero, para terminar, sólo quiero destacar que hay dos hechos esenciales en la historia del siglo XX que, además, se dieron casi en paralelo, separados por muy pocos años: el comunismo y el fascismo.

Estas dos revoluciones fueron el modelo y el prototipo de todos los cambios radicales posteriores. Incluso la revolución liberal que triunfó en la segunda década del siglo es tributaria, en un sentido retorcido, de las dos grandes convulsiones anteriores. 

Esta tríada: comunismo, fascismo y liberalismo está presente aún, aunque por razones obvias las dos primeras tendencias ya no se autodenominan así, por ser políticamente incorrectas. Conocer como se gestaron, como se desarrollaron y lo que pensaban sus líderes es crucial, ahora, para entender las salidas que nos proponen las "nuevas" políticas. 

Sin ese conocimiento fundamental estamos condenados a la ingenuidad suicida. 

Y para aquellos pocos que quieran profundizar un poco más en los hechos que cuenta la película citada, entonces un libro de reciente aparición: El tren de Lenin, de Catherine Merridale, editorial Crítica, 2017. Catherine es una excelente historiadora británica (de ella leí otro muy buen libro: La guerra de los Ivanes, hace unos pocos años atrás) y cuenta los entresijos que hicieron posible que Lenin viajara desde Suiza a Petrogrado -actual Sant Petersburg, y anterior Leningrado- para encabezar la revolución, o golpe de estado, que llevó a los bolcheviques al poder por muchas décadas. 



jueves, 9 de febrero de 2017

Los 40 mil

publicado el 7.2.17

Deberíamos reservar, en nuestra memoria, un lugarcito para la heroica gesta de los 40.000 patriotas que acompañaron ayer a tres ex figuras públicas de la Generalitat a declarar ante los jueces por prevaricar, hasta ahora impunemente, en su cargo.

Estos 40 mil ciudadanos son auténticos españoles, de la misma raza que los "los últimos de Filipinas" y de los que se enfrentaron, a pecho descubierto con barcos de madera, a los acorazados norteamericanos en la Guerra de Cuba.

Somos dignos herederos de los 300 que en las Termópilas se opusieron, hasta el último hombre, a la invasión del tirano persa.

Solos, rodeados de la indiferencia de sus conciudadanos que apenas les dedicaron una mirada cuando pasaban, afrontaron gallardamente el viento y el frío de un inclemente lunes de febrero para acompañar solidariamente a sus líderes incorruptos.

Los españoles somos así: 40.000 almas frente a la tiranía y al desorden del mal orden estatal. Un ejemplo para el mundo, una muestra de RAZA. Nos gustan las causas heroicas, aunque el mundo nos ignore ;-) y si las perdemos -como suele suceder- no importa, tendremos algo que contar a nuestros nietos para que puedan revivir las gestas del pasado.


viernes, 3 de febrero de 2017

El mejor momento de Europa

publicado el 3-febrero-2017

Sospecho que la Unión Europeo está pasando por el mejor momento de su historia. Y no es algo que se haya ganado a pulso sino debido a circunstancias históricas: el Brexit de Gran Bretaña y el advenimiento de Trump en EEUU.
Ambos hechos, combinados, equivalen a meter los dedos en el enchufe; el calambre resultante es perfecto para despertar hasta al más dormido.
Con el Brexit la Unión se quita de encima a un poderoso país que nunca quiso la Unión; un verdadero saboteador de sus objetivos últimos; un gobierno maquiavélico capaz de frenar el proceso de integración para convertirlo en una máscara sin contenido. Gracias a su "opinión interna", Dios sea loado, nos quitamos de encima a este "amigo" histórico de la desunión europea.
Con Trump, y sus excelentes malas maneras, la Unión se ve enfrentada con la cruda realidad política contemporánea; ya no puede refugiarse alegremente bajo las faldas de mamá y darse el lujo de no tener ni ejército fiable ni política exterior creíble. Gracias a la benevolencia del gran amigo americano se podía estar en la infancia perpetua de Peter Pan haciendo de comparsa de la política estadounidense y de charanga de los derechos humanos universales.
Es duro tener que modificar el presupuesto para pagar la parte razonable que le corresponde en la OTAN y otras alianzas que hasta ahora alegremente compartía, total era el sufrido ciudadano americano el que apechugaba con los portaviones y las armas de primera línea. Pero Trump habla un lenguaje grosero y exige que el vasallo ponga su parte en la mesnada y se traiga, de casa, su armadura y su jamelgo... nada de chupar de la teta del señor (y su señora). ¡Ah! pero que grosero.
Claro que si uno tiene que traerse todo el equipo... entonces habrá que prestar más atención a la política entre países, porque ahora nos cuesta más cada confrontación. Ya no vale con enviar a la juventud desocupada al desierto a luchar por la libertad, ahora todo sale más caro, y por lo tanto tendremos que pensar a quién apoyamos, por qué lo hacemos y por cuanto tiempo durará el compromiso.
Lo dicho; gracias a los humores, nunca sean suficientemente loados, del pueblo inglés y a las insuficiencias culturales del ciudadano medio norteamericano... los europeos tendremos que empezar a pensar que hacemos, por qué lo hacemos, cuanto nos costará realmente y hacia dónde queremos ir.

¡Gracias a Dios, las crisis siempre traen una promesa bajo el brazo!

jueves, 19 de enero de 2017

Una nueva manera de atacar

Publicado el 19-enero-2017

La respuesta habitual de los independentistas catalanes a la acción de la justicia me sonaba conocida... pero no podía localizar que me recordaba. Estas cosas a mi me suceden a menudo, ya que cuando uno vive mucho tiempo al final las novedades, las verdaderas novedades, escasean más que los políticos veraces. Y da la casualidad que releyendo viejos libros me encuentro con éste de Umberto Eco, que fue, probablemente, dónde me enteré por primera vez del fenómeno que ahora ya es común por nuestros lares. 

Se trata de "A paso de cangrejo", un libro de Debate, 2007, donde se recopilan artículos de este autor publicados en los diarios entre el 2000 y el 2006.

En el artículo "Contra Custodes" (pág. 197) publicado en L'espresso, agosto de 2002, Eco se burla de la nueva moda en Italia. Escribe que "Antes" si algún guardia detenía a un acusado, éste tenía tres alternativas: "La primera: confesaba su culpa y pagaba. La segunda: intentaba justificarse probando ante el guardián que no tenía ninguna culpa. La tercera: si era un imbécil, levantaba la voz y decía: '¡Usted no sabe con quién está hablando!’ “. Pero resulta que en la península con forma de bota había aparecido otra, una verdadera novedad, que vendría a ser la cuarta respuesta posible del acusado: "¿Usted no sabe quién es usted!”-

Esta respuesta, que dejaba estupefacta a la autoridad, ponía en duda la legitimidad de ésta, en tanto resultaba acusada de servir intereses políticos oscuros, o incluso ser un instrumento del terrorismo interno o externo. Eco razona: "En resumen, hoy día el primer recurso del acusado no es probar su inocencia y preguntar respetuosamente en qué pruebas se basa la acusación, sino empapelar al guardián, ya sea un guardia urbano o el presidente del Tribunal de Casación".
¿Verdad que a los españoles esto ya nos suena habitual? Pues el invento es italiano, y nosotros solo somos unos copiones de segunda mano.

Eco, y recomiendo que saquéis este libro de cualquier biblioteca, aconseja con vena humorística, sancionar una nueva ley revolucionaria para dar forma jurídica a esta nueva costumbre: "...el ciudadano ha de tener derecho, como primer paso, a deslegitimar no solo al que le acusa, sino también al que le investiga”.


¡Todo está inventado! uno tiene ganas de decir... si no fuera un tópico más.

sábado, 14 de enero de 2017

Leer y releer

14 de enero de 2017

Se publican muchos libros, y en realidad cuando abundan tantos... sucede que la mayoría sobra. Lo digo porque yo no alcanzo a releer lo suficiente y, en consecuencia compro, cada vez, menos libros (que me perdonen los editores). Uno necesita releer porque una sola lectura solo es suficiente para las revistas del corazón. Cualquier cosa que demande un esfuerzo mental más serio necesita de la relectura; y no solo una vez, sino varias... a veces hasta decenas. Se me dirá que exagero. Puedo exagerar, quizá, para los demás ya que estoy rodeado de multitudes de personas inteligentes que captan todo a la primera; pero yo, lamentablemente, soy un poco tonto y un razonamiento complejo no me entra sin esfuerzo, así que necesito masticarlo, como las vacas, un montón de veces. Pongo por ejemplo este fragmento que debo haber leído unas cinco veces por lo menos, pero que aún me merece volver a hacerlo y además escribirlo... para más recochineo:

"Hace algunas semanas apareció una encuesta según la cuál parecía que una gran mayoría de la izquierda "comprendía" las razones de Bin Laden. ¡Tierra, trágame! ¿Hay que pensar que el que había respondido en este sentido aprobaba la destrucción de las dos torres? No lo creo. Creo más bien que, según como estuviera planteada la pregunta, en momentos como ese la gente no distingue bien, por ejemplo, en explicar, comprender, justificar y compartir. Erika es una muchacha que está acusada de haber acuchillado a su madre y a su hermano pequeño. ¿Se puede explicar este hecho? Sin duda, y deberían hacerlo los psicólogos y psiquiatras. ¿Se puede comprender a Erika? Si me explican que era presa de un ataque de locura, la puedo entender, porque el loco no razona. ¿Se puede justificar? Desde luego que no, y es preciso que un tribunal condene su acto y actúa con ella de tal forma que no pueda volver a hacer daño. ¿Se puede compartir lo que ha hecho en el sentido de nosotros también lo haríamos? Espero que no, si no somos unos de esos descerebrados que le envían mensajes de solidaridad".
(Umberto Eco, "A paso de cangrejo", Debate, pág. 228).

Como se ve con este ejemplo, el texto es sencillo y resulta muy fácil de entender... y de olvidar. Claro que la mayoría de mis compatriotas lo captan en un santiamén, y pasan rápidamente a otra novedad que conocer. Yo, como las vacas, necesito rumiarlo y releerlo varias veces, y al cabo de uno o dos años volverlo a leer. Y también pasada la década, si me vuelvo a encontrar el libro, olvidado en un estante de mi biblioteca. Por eso, quizá, me cuesta entender como se pueden publicar tantos libros nuevos que nos crean, implícitamente, la obligación de conocerlos, hojearlos o por lo menos leer las solapas. Se me ocurre que en nuestro mundo presente hasta podría suceder que los editores (y también los diarios y los informadores) fuesen los verdaderos enemigos del conocimiento, en tanto producen incansablemente nuevos motivos de distracción. Así, no hay forma de ponerse a razonar tranquilamente, sin prisa, para llegar a conclusiones sensatas, y sólidas como si uno las hubiese parido. Sólo se puede coleccionar frases sueltas que se colocan en una conversación a manera de condimento; para acompañar la cerveza mientras se elige una aceituna.