Entradas desordenadas:

Facebook no facilita la posibilidad de rescatar entradas antiguas con comodidad, así que el desorden cronológico con que se suceden en este blog se debe a ello. Sólo con tiempo y paciencia se puede ir cada vez más atrás localizando reflexiones y pensamientos dignos de ser recuperados; la búsqueda resulta muy cansadora. Este blog hace una selección de la participación de Brigantinus desde su inicio... e introduce otras posibilidades no previstas en su origen... como "lo que no escribí en facebook" ... que, según creo, es la que encuentro más atractiva.

domingo, 26 de febrero de 2017

Jesuítas y dominicos

Publicado el 26 de febrero de 2015 (hace dos años)

Hay una revista que se puede localizar sólo en las bibliotecas; la encontré de casualidad (aunque la "casualidad" es probable que no exista, no quita que de un toque romántico e imprevisible a nuestra vida). En el último número de esta revista, que es del 2012 (lo cual da idea que no es una publicación que siga la moda), en el número 47-48, hay varios artículos que me llamaron la ℅.

La revista en cuestión se llama "Historia, Antropología y Fuentes Orales" y el artículo que ahora menciono y que ocupa de la página 143 a 154 se titula: "Pecados y cotidianidad en la Andalucía moderna. Una breve aproximación". La autora, para más datos, es María Ruiz Ortíz.

Luego de estos breves datos que espero sirvan para encontrar la publicación (a esas almas inquietas que, supongo -siempre he sido un optimista- frecuentan la Red), comentaré la parte que más me atrajo. 

Según parece, cuenta la autora, a partir del Concilio de Trento (1545-1563) "la confesión se convertirá en una herramienta fundamental para la coerción del fuero interno de los creyentes" (pág. 143). Esto lleva implícito, claro, que las confesiones particulares eran objeto de algún análisis posterior en donde, imagino, los clérigos de la época discutirían los pro y los contra de las historias que sus oídos habían recibido.

La necesidad de juzgar y orientar adecuadamente a los creyentes conformó una gran y extensa casuística moral. Según el artículo las posiciones teóricas y prácticas se dividían en dos grandes escuelas, con ramas secundarias: la probabilística y la rigorista. 

La "probabilística" (que es la más interesante, de allí que fuese preferida por los jesuítas) se basa en un escrito de Santo Tomás: "Me parece que, si una opinión es probable, sea seguida, aunque la opuesta sea la más probable...". Aquí el Santo da un salto dialéctico (más propio de Hegel, todo sea dicho), ya que asume que se puede contrariar un criterio extendido, aceptado y consolidado, por otro nuevo que sea menos probable, pero tampoco imposible.

Como dije hace un momento esta alternativa fue adoptada por la Compañía de Jesús que no tenía un pelo de tonta, y ayudó a desarrollar una doble moral que favoreciera a los poderosos siempre y cuando sus "excesos" no tomaran estado público y por lo tanto se convirtieran en motivo de escándalo.

Naturalmente los dominicos ("domini canes", perros del señor, en boca de los jesuítas) no estaban nada de acuerdo, a pesar que la primera patada a la pelota la había dado nada más ni nada menos que su fundador Santo Tomás. Ellos preferían la posición rigorista, basada en la opinión establecida por la Santa Iglesia y que no distinguía ni entre clases ni entre estamentos.

Los jesuítas desarrollando la nota de Santo Tomás razonaron que "... ya que la validez de los actos morales supone la certeza moral para demandar su obligatoriedad, en ausencia de certeza solo se puede considerar opinión, lo que nos conducirá a basar nuestras decisiones en las opiniones más probables. Sin embargo, una opinión por muy probable que sea, sigue siendo incierta, por lo tanto, puede seguirse la opinión menos probable sin que ello sea contradictorio." (pág. 144, llamada 5)

En esta época de tanta prisa y tan poca sustancia (excepto en el pensamiento científico) estos razonamientos son difíciles de seguir y menos de entender, pero en aquellos tiempos proporcionaban el asiento necesario para que la Santa Iglesia invadiera los espacios más privados e íntimos de su feligresía. Todo estaba a su alcance: los actos externos y los internos que aún no habían cuajado en acciones; el sexo, y los pensamientos impuros, el uso cotidiano del ocio y de las relaciones humanas, las esperanzas y las aversiones.

Este control, tan profundo y minucioso, ahora recibiría un nombre demoledor: totalitarismo. Y sería rechazado por la mayoría de los que leen estas palabras. Rechazo, es verdad, ni absoluto ni universal, ya que para las personas creyentes, aunque con cierto resquemor más o menos inconsciente, aún se prestan a una inquisición tan perturbadora como la que se brinda en la confesión (independientemente de sus valores psicológicos donde compartir la culpa trae un descanso espiritual innegable).


En realidad creo que me he ido por los cerros de Úbeda; excelente lugar digno de perderse en él. Lo interesante es el artículo en si mismo; y en consecuencia termino aquí invitando a localizar la revista citada. En este número y en los anteriores, se encontrarán, seguro, muchas cosas curiosas y atractivas para las mentes inquietas ... que no se conforman con las opiniones más probablemente aceptadas.

martes, 14 de febrero de 2017

El tren de Lenin

Publicado 14-2-2017

Febrero es un mes frío, aún estamos en pleno invierno, y este febrero además tiene la característica de cumplir cien años del inicio de un acontecimiento de repercusión mundial: la caída del Zar y su régimen absolutista en Rusia. Una Rusia gigantesca que incluía Polonia y que era uno de los pocos grandes imperios europeos-asiáticos. 

Recomiendo ver la película de Damiano Damiani, de notable fidelidad histórica, que narra los acontecimientos iniciales del proceso postzarista que llevó de la democracia incipiente al triunfo del bolchevismo soviético. Saber lo que ha pasado nunca es inútil, pero, se me ocurre, en estos tiempos empieza a ser urgente porque el gran avance tecnológico va de la mano con una creciente infantilización del pensamiento político europeo. Una paradoja que nadie previó pero que nos amenaza seriamente: al no saber ni entender lo que ha sucedido, nos estamos creyendo que hay de verdad nuevas soluciones salidas de la manga de algún mago político. 

Para los españolitos de hoy, analfabetos en historia contemporánea, es urgente recuperar el tiempo perdido por el franquismo y la transición para entender mejor lo que se cuece en nuestra época. 

Obviamente este llamamiento caerá en el vacío pero uno no deja de creer, hasta el final, que persiste la vida inteligente en la península, y que si bien cayó la Segunda República en el 39 no necesariamente desaparecieron todos los pensadores políticos con ella. 

En fin, no abundaré en reflexiones pesimistas pero, para terminar, sólo quiero destacar que hay dos hechos esenciales en la historia del siglo XX que, además, se dieron casi en paralelo, separados por muy pocos años: el comunismo y el fascismo.

Estas dos revoluciones fueron el modelo y el prototipo de todos los cambios radicales posteriores. Incluso la revolución liberal que triunfó en la segunda década del siglo es tributaria, en un sentido retorcido, de las dos grandes convulsiones anteriores. 

Esta tríada: comunismo, fascismo y liberalismo está presente aún, aunque por razones obvias las dos primeras tendencias ya no se autodenominan así, por ser políticamente incorrectas. Conocer como se gestaron, como se desarrollaron y lo que pensaban sus líderes es crucial, ahora, para entender las salidas que nos proponen las "nuevas" políticas. 

Sin ese conocimiento fundamental estamos condenados a la ingenuidad suicida. 

Y para aquellos pocos que quieran profundizar un poco más en los hechos que cuenta la película citada, entonces un libro de reciente aparición: El tren de Lenin, de Catherine Merridale, editorial Crítica, 2017. Catherine es una excelente historiadora británica (de ella leí otro muy buen libro: La guerra de los Ivanes, hace unos pocos años atrás) y cuenta los entresijos que hicieron posible que Lenin viajara desde Suiza a Petrogrado -actual Sant Petersburg, y anterior Leningrado- para encabezar la revolución, o golpe de estado, que llevó a los bolcheviques al poder por muchas décadas. 



jueves, 9 de febrero de 2017

Los 40 mil

publicado el 7.2.17

Deberíamos reservar, en nuestra memoria, un lugarcito para la heroica gesta de los 40.000 patriotas que acompañaron ayer a tres ex figuras públicas de la Generalitat a declarar ante los jueces por prevaricar, hasta ahora impunemente, en su cargo.

Estos 40 mil ciudadanos son auténticos españoles, de la misma raza que los "los últimos de Filipinas" y de los que se enfrentaron, a pecho descubierto con barcos de madera, a los acorazados norteamericanos en la Guerra de Cuba.

Somos dignos herederos de los 300 que en las Termópilas se opusieron, hasta el último hombre, a la invasión del tirano persa.

Solos, rodeados de la indiferencia de sus conciudadanos que apenas les dedicaron una mirada cuando pasaban, afrontaron gallardamente el viento y el frío de un inclemente lunes de febrero para acompañar solidariamente a sus líderes incorruptos.

Los españoles somos así: 40.000 almas frente a la tiranía y al desorden del mal orden estatal. Un ejemplo para el mundo, una muestra de RAZA. Nos gustan las causas heroicas, aunque el mundo nos ignore ;-) y si las perdemos -como suele suceder- no importa, tendremos algo que contar a nuestros nietos para que puedan revivir las gestas del pasado.


viernes, 3 de febrero de 2017

El mejor momento de Europa

publicado el 3-febrero-2017

Sospecho que la Unión Europeo está pasando por el mejor momento de su historia. Y no es algo que se haya ganado a pulso sino debido a circunstancias históricas: el Brexit de Gran Bretaña y el advenimiento de Trump en EEUU.
Ambos hechos, combinados, equivalen a meter los dedos en el enchufe; el calambre resultante es perfecto para despertar hasta al más dormido.
Con el Brexit la Unión se quita de encima a un poderoso país que nunca quiso la Unión; un verdadero saboteador de sus objetivos últimos; un gobierno maquiavélico capaz de frenar el proceso de integración para convertirlo en una máscara sin contenido. Gracias a su "opinión interna", Dios sea loado, nos quitamos de encima a este "amigo" histórico de la desunión europea.
Con Trump, y sus excelentes malas maneras, la Unión se ve enfrentada con la cruda realidad política contemporánea; ya no puede refugiarse alegremente bajo las faldas de mamá y darse el lujo de no tener ni ejército fiable ni política exterior creíble. Gracias a la benevolencia del gran amigo americano se podía estar en la infancia perpetua de Peter Pan haciendo de comparsa de la política estadounidense y de charanga de los derechos humanos universales.
Es duro tener que modificar el presupuesto para pagar la parte razonable que le corresponde en la OTAN y otras alianzas que hasta ahora alegremente compartía, total era el sufrido ciudadano americano el que apechugaba con los portaviones y las armas de primera línea. Pero Trump habla un lenguaje grosero y exige que el vasallo ponga su parte en la mesnada y se traiga, de casa, su armadura y su jamelgo... nada de chupar de la teta del señor (y su señora). ¡Ah! pero que grosero.
Claro que si uno tiene que traerse todo el equipo... entonces habrá que prestar más atención a la política entre países, porque ahora nos cuesta más cada confrontación. Ya no vale con enviar a la juventud desocupada al desierto a luchar por la libertad, ahora todo sale más caro, y por lo tanto tendremos que pensar a quién apoyamos, por qué lo hacemos y por cuanto tiempo durará el compromiso.
Lo dicho; gracias a los humores, nunca sean suficientemente loados, del pueblo inglés y a las insuficiencias culturales del ciudadano medio norteamericano... los europeos tendremos que empezar a pensar que hacemos, por qué lo hacemos, cuanto nos costará realmente y hacia dónde queremos ir.

¡Gracias a Dios, las crisis siempre traen una promesa bajo el brazo!