Entradas desordenadas:

Facebook no facilita la posibilidad de rescatar entradas antiguas con comodidad, así que el desorden cronológico con que se suceden en este blog se debe a ello. Sólo con tiempo y paciencia se puede ir cada vez más atrás localizando reflexiones y pensamientos dignos de ser recuperados; la búsqueda resulta muy cansadora. Este blog hace una selección de la participación de Brigantinus desde su inicio... e introduce otras posibilidades no previstas en su origen... como "lo que no escribí en facebook" ... que, según creo, es la que encuentro más atractiva.

martes, 9 de mayo de 2017

En defensa del error. Un ensayo sobre el arte de equivocarse

9-mayo-2017

Creo que ya tengo edad para observar, en perspectiva, lo que se podría llamar mi vida intelectual, no en el sentido francés del término, sino en el más sencillo que se refiere a todas las cosas que pensamos y razonamos.
Mi primer hito, o momento clave -tal como lo recuerdo- fue el encuentro con Emilio Salgari cuando tenía, aproximadamente la edad de 7 años. Por entonces ya había incursionado repetidamente en el territorio de las "historietas" y los libros -que me regalaron para mi cumple- del insigne escritor italiano me trasladaron a otro mundo inimaginado: El Corsario Negro y Sandokan, junto con La Perla de Labuan y los tigres de Mompracem me iniciaron en un camino sin retorno.
Mucho más tarde, ya en el secundario, otro hito que recuerdo fue el encuentro (obligado en este caso porque era un manual de instituto) de Vicente Fatone y su libro de Lógica. A partir de ahí los temas de lógica y posteriormente epistemológicos y de filosofía de la ciencia siempre me fueron amigables. Vicente Fatone fue un gran escritor, especialista en la filosofía india, pero aquel libro en el que explicaba la lógica para jóvenes inexpertos fue un regalo que aún le agradezco.
El tercer hito fue "El orígen de la familia, la propiedad privada y el estado" de Friedrich Engels... pero esto ya es otra historia que no viene a cuento.
Toda esta larga introducción surge porque la cuestión de "la verdad" y lo que es "falso", las creencias y su lógica interna son siempre temas que me llamaron la atención, en cualquier momento y en cualquier lugar.
De mi historia pasada concluyo que no fué por casualidad que este libro que ahora recomendaré cayese en mis manos, aunque minutos antes de ver la oferta de Amazon ignorara su existencia. Se trata de: "En defensa del error. Un ensayo sobre el arte de equivocarse" de Kathryn Schulz, Siruela, Madrid, 2015 (2010).
Su título en inglés es para mí mejor que su traducción: Being Wrong. Adventures in the margin of error. No entiendo porque los editores se ponen a enmendar la plana al autor y cambian los títulos de los libros. Este es un caso más de tales latrocinios. Pues bien, este libro me parece una perla: sencillo, con lenguaje claro y evitando en lo posible todo tecnicismo, pero muy agudo en su intento de comprender un fenómeno universal que también nos afecta, como no podía ser menos.
Se trata del hecho generalizado que aceptamos alegremente que todo el mundo se equivoca, errare humanum est, pero que uno, en particular, NO SE EQUIVOCA en las cuestiones fundamentales.
Schulz investiga en que medida somos "ciegos" a nuestros errores, y cuando no hay más remedio que advertirlos... los olvidamos con gran rapidez. También la fuerte tendencia a juzgar nuestras creencias anteriores -que ya no sostenemos- considerándolas frutos transitorios de una inmadurez ya muy pasada. Situación que obviamente ya no se da, ahora, que tenemos más experiencia.
No podemos afirmar y simultáneamente creer que tenemos un conocimiento provisional sujeto a cambios constantes; esto es algo que repugna a nuestra percepción de los hechos.
Lo que creemos, lo vemos, lo palpamos, hasta somos capaces de olerlo. Y por lo tanto NO estamos dispuestos a reconocer que equivocarnos -en cosas de importancia- es un hecho intelectual habitual.
No podemos hacerlo porque admitirlo pondría en cuestión nuestra identidad y la confianza que tenemos en que los hechos nos hablan con claridad.
Si admitimos que nuestros juicios son falibles, incompletos, transitorios y sobre todo superficiales (salvo que hayamos empleado media vida en profundizar en una materia dada) es como si simultáneamente pusieramos en cuestión la realidad que nos circunda. Como si todo fuera una nube pasajera.
Sin embargo esta emoción, que cualquiera puede provocarse pensando en la cuestión del "error" y lo poco que sabemos "de verdad", no es concluyente.
Podemos vivir en la incerteza y en la provisionalidad cómodamente; la búsqueda de la seguridad no es esencial ni importante para la supervivencia; es una cuestión de costumbre, nada más.
Se puede aceptar que nuestros juicios son tentativos, en espera de nueva información, sin perder el apetito ni el sueño. Probablemente algunos de lo que lean esto pensarán: "este tipo se equivoca completamente". Y quizá tengan razón... ¡quién sabe!

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