Entradas desordenadas:

Facebook no facilita la posibilidad de rescatar entradas antiguas con comodidad, así que el desorden cronológico con que se suceden en este blog se debe a ello. Sólo con tiempo y paciencia se puede ir cada vez más atrás localizando reflexiones y pensamientos dignos de ser recuperados; la búsqueda resulta muy cansadora. Este blog hace una selección de la participación de Brigantinus desde su inicio... e introduce otras posibilidades no previstas en su origen... como "lo que no escribí en facebook" ... que, según creo, es la que encuentro más atractiva.

lunes, 23 de mayo de 2016

Predicciones económicas



23.5.2013

La imagen de la mesa de billar está en el libro de John Allen Paulos "Un matemático lee el periódico", Tusquets, metatemas 44. Con esta figura el matemático ilustra como funcionan los sistemas dinámicos no lineales, donde una pequeña desviación genera cambios drásticos. Estos sistemas son campos vectoriales, en matemáticas, que discurren conforme a fórmulas que no vienen al caso aquí. Paulos se basa en estos modelos para concluir que la economía no es un buen campo para las predicciones... exactas; ni siquiera para predicciones aproximadas, sobre todo en cuestiones amplias de gran complejidad. No puedo resistir la tentación de transcribir algunas de sus palabras, de gran causticidad hacia la ciencia económica: "Estas razones matemáticas nos dicen que un buen porcentaje de las explicaciones y previsiones económicas y políticas es una sucesión de TONTERIAS llenas de fatuidad, con tantas garantías de dar en el blanco como el agricultor aficionado a la caza que tenía la pared acribillada por impactos de bala, todos en el centro de sendos rendodeles dibujados con tiza. Cuando le preguntaron como había adquirido aquella puntería, el agricultor, que tal vez había leído a Ionesco, confesó que primero disparaba y a continuación dibujaba el redondel." (pág. 37). Hay una cita, en este libro, que me parece tremendamente realista aunque, también, profundamente antipopular -muy desagradable para la mayoría de los clientes de las Redes-; la cita en cuestión, de William Butler Yeats dice: "Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores arden de pasión intensa" (pág. 265). Obviamente la cita apunta no a los sentimientos religiosos o maternales sino a las simples cuestiones que nos preocupan políticamente y en las cuales ponemos tanta constancia como poco seso.

lunes, 9 de mayo de 2016

9-mayo-2016

No creo en conspiraciones; por supuesto que las hay, como las hubo y las habrá... pero me refiero a esa clase de conspiraciones universales que explican todo el mal como el resultado consciente y deliberado de un grupo pequeño de personas poderosas. La gente ignorante (ignorante en cuestiones sociales, no en cualquier otra cosa) cree a pie juntillas en estas "conspiraciones"; en España es muy común, pero, supongo, que también se da en otros países. La sencillez de la explicación apoya su difusión, además quita toda responsabilidad al ciudadano "de a pié", cosa que siempre se agradece porque si además de puteados somos responsables de ello, la carga es mayor. 

No obstante existen "acuerdos" y "planes en común" que si bien no determinan la historia humana (porque ella en sí misma es indeterminable por la complejidad de sus causas y la interacción constante de sus efectos) existen para imprimirle cierta dirección. Esto es otra cosa, aunque a veces, superficialmente, se confunda con las "conspiraciones" aludidas. 

Si, por ejemplo, me contaran que hace unos cuantos años un pequeño grupo de gente importante en el mundo de las ideas se reunió en Suiza, patrocinados por millonarios, para crear un grupo de presión a favor de ellas, y que esa acción ha tenido un gran éxito, me resultaría, a pesar de todo difícil de creer. Y si me agregaran que de esas reuniones iniciales se pasó a tener, repartidas por todo el mundo, unas 500 sociedades (entre fundaciones, centros de asesoría y análisis y departamentos de universidades prestigiosas) con gran éxito en la difusión de estas ideas, me resultaría algo muy difícil de creer, por lo improbable. 

Y si, para colmo, me agregaran que la campaña de difusión de estas ideas se basó en la discreción suma y en la imperiosa necesidad de "no establecer ninguna ortodoxia" ni aliniarse "con ningún partido", según estableció la cabeza fundadora de esta asociación tan desconocida... terminaría por creer que estoy frente a otro bulo típico de las "conspiraciones" mundiales de las que siempre me río. Si, incluso, para más recochineo, me transcriben las palabras del primer presidente de esta asociación dónde se dice que hay que convertir a tales ideas en apetitosas, muy atractivas, a los formadores de opinión y "vendedores de ideas de segunda mano", tales como "intelectuales, periodistas, locutores, maestros de escuela, escritores, agitadores, líderes políticos"... entonces, me quedan muy pocas dudas de que todo es un cuento chino. 

Sin embargo hay un libro, justamente el que ahora estoy leyendo, que menciona estos datos ¡tan difíciles de creer! con nombres y apellidos (algunos muy famosos, incluso para los ciudadanos comunes), el lugar donde se reunieron, el nombre de la asociación que formaron y los lugares en los cuales, a partir de las decisiones iniciales, se establecieron. 

El libro en cuestión se llama "Neoliberalismo. Historia mínima" y está escrito por Fernando Escalante Gonzalbo, y publicado por El Colegio de México y Turner, en marzo de 2016. Y, naturalmente, se encuentra en cualquier librería importante de España. 

El autor no es un personaje esotérico sino un simple sociólogo y profesor del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México y ha escrito varios libros sobre diversas cuestiones. En la breve introducción explica que originariamente el libro iba a llamarse "El opio de los intelectuales", en referencia a otro de Raymond Aron, pero que diversos cambios azarosos llevaron al título con que aparece publicado. Hay también un montón de agradecimientos de rigor, que omito en esta breve reseña. 

Me pregunto si la difusión de algunas ideas que, reconozco, me son bastante afines, como la "desconfianza hacia el sector público" perderían, para mi valor, al saber que forman parte de un paquete de ideas y prejuicios (en tanto se pretende que no sean objeto de crítica rigurosa) que están siendo promovidas sistemáticamente. Mi conclusión inicial es que no por ello las tiraría a la basura, de la misma forma que un cristiano no pierde su fe aunque descubra que Roma es ciudad non sancta, pero hay otras que podrían ser objeto de una segunda, y una tercera revisión, antes de aceptarlas ingenuamente... habida cuenta que existen intereses bien organizados en incrustarlas en la mente de la gente que piensa sobre estas cosas. 

En realidad no existe conspiración, incluso aceptando que los hechos que se cuentan son así, sin duda; todo el mundo sostiene sus ideas y lucha por su difusión, y luego la realidad es la prueba de fuego que hace que las mejores ilusiones se vengan abajo: una hermosa idea violada por una banda de hechos gamberros. Así que, sin exagerar, es bueno conocer y detectar cuando se nos habla desde la buena fe o cuando se nos intenta presionar desde los centros de poder. 

A veces las conclusiones pueden ser las mismas, pero casi siempre, a largo plazo, uno termina separándose de los "grandes intereses", que ¡justamente! son "grandes" porque pertenecen a pequeños y poderosos grupos y sólo buscan su propia supervivencia, no la de la especie.

martes, 3 de mayo de 2016

29-marzo-2016

[ La reductio ad Hitlerum de rosasalarose.es ]

También podría llamarse "la comparación demoledora" en tanto una vez hecha el afectado tiene que hacer un gran esfuerzo para salir a flote luego del ataque. Existe otra posibilidad, como en la guerra atómica, lanzar un misil con carga equivalente: "lo que haces/dices/argumentas ya lo hizo Stalin cuando..." Para los más cultos caben posibilidades más sofisticados: "Me recuerdas a Torquemada...", "Ya lo dijo Maquiavelo...", "Fue el argumento de Genghis Khan...". El juego es infinito en tanto la cultura de los contendientes facilite añadir nuevas citas a la hoguera, incluyendo libros sagrados, hechos míticos y supersticiones prehistóricas. Todas estas posibilidades tienen, sin embargo, un elemento sencillo en común: dejar de lado lo que se discute para destacar las asociaciones que provoca. Imaginando una escuela de retórica para jóvenes ideólogos; la primera materia podría ser: "¿A que me recuerda ésto?"
30-marzo-2016




Hace un tiempo comenté un artículo de Investigación y Ciencia ("Una fórmula para desencadenar una crisis", David H. Feedman, enero, 2012). En él se analiza la falta de fiabilidad de los modelos matemáticos que se utilizan en las finanzas internacionales; y como la ausencia de crítica epistemológica de ellos crea un riesgo cierto de caer en nuevas crisis financieras en un futuro inmediato.

Pues bien, en una relectura del citado artículo, que me llamó poderosamente la atención porque no me cuadraba que tan sensato análisis no haya dejado ninguna huella en la prensa en años posteriores (o quizá sí, pero lamentablemente, no accedí a ellas), vuelvo a recordar y admirar la existencia de un fenómeno que resultaría absurdo para un "marciano", es decir para alguien inteligente que no perteneciese a nuestra especie.

Me refiero al hecho cierto y demoledor de que no hay forma de conocer "qué aspecto tiene el sistema financiero", en el sentido de no saber "a ciencia cierta quién negocia con quién ni por cuánto dinero, por lo que no pueden predecirse las repercusiones de una quiebra como la de Lehman Brothers". (pág.53).

La solución sería casi de escuela primaria, se trataría de "cartografiar todas esas conexiones", o dicho de otra manera, conocer quién negocia con quién y cuánto dinero hay en juego. Pero resulta imposible ya que los Bancos son completamente reticentes a entregar esos datos; sobre todo porque pueden alertar a la competencia sobre "inversiones de gran calibre (que podrían) desencadenar, por imitación, una compra generalizada y disparar precios". Sin hablar, claro está, de todo el dinero negro que empezaría a aflorar y a hacer la boca agua a tanto fisco voraz que anda trotando y babeando con la boca abierta, como coyotes, por este ancho mundo.

El autor considera que los requisitos de confidencialidad sobre armas nucleares son bastante fiables y no ve razón para que no aplicarlas también en el registro de las transacciones financieras. Lo cierto es que no se sabe, y por lo tanto no hay información fiable para alimentar los modelos matemáticos que se utilizan para calcular los riesgos; o para decirlo de manera más plana: no sabemos cuánto dinero circula, ni quién lo tiene, ni hacia dónde se mueve ni se está produciendo otro agujero negro especulativo de magnitud colosal en la masa de capital circulante.

Y el secretismo bancario es una losa negra que impide tomar medidas de seguridad además de convertir a los modelos de previsión en poco más que juegos matemáticos en manos de sacerdotes ocultistas. Me gustaría saber más sobre este asunto, aunque -y esto me da una gran tranquilidad- el ignorarlo o conocerlo no serviría de nada para modificar la situación actual.

Ventajas de no participar en los círculos de decisión. Se puede dormir tranquilo contando ovejitas en vez de estar calculando dónde cavar un pozo para ocultar y proteger el dinero que se tiene. La pobreza tiene, también, su pequeño paraíso que como patio trasero de una casita inglesa permite relajarse y tomar el te al viejito jubilado.
18-abril-2016

¡Por fín! luego de pasar varias décadas encuentro que alguien ha pensado lo mismo que yo. Lo cual es una satisfacción, ya que cuando uno está aislado y se es relativamente inteligente, no puede darse demasiado importancia a una intuición que nadie comparte.
La cuestión vino de las primeras naves Viking, si mal no recuerdo, y la participación del famoso Carl Sagan. Resulta que en una de ellas -creo recordar que la primera- se envió un disco de oro con una serie de informaciones sobre la especie humana. Iban unos dibujos de hombre y mujer y diversos mensajes grabados en multitud de lenguas, además de fórmulas matemáticas y también música.
Se trataba de dar cuenta, a quién tuviera la oportunidad de observar el artefacto que existe vida inteligente en algún lugar lejano del Universo: en la Tierra. Además había, si la memoria no me falla, un dibujo de nuestro sistema solar para aclarar de que barrio somos.
Cuando me enteré de la noticia, muy publicada en su momento en todos los medios, me quedé perplejo preguntándome: "¿Y porque razón tenemos que indicar quiénes somos y dónde estamos a quién no conocemos para nada, a tal punto que ni siquiera podemos imaginarlo y lo por tanto no tenemos la menor idea de sus intenciones?"
Me pareció algo intuitivo mi razonamiento, fruto de la espontaneidad, y que no requería ninguna clase de "estudios especiales"; pero nunca encontré la menor duda sobre la tarea de esos científicos y jamás leí un artículo que coincidiera con mi reflexión inicial. Para mi era de sentido común no alertar a nadie sin conocerlo antes ya que la bondad no suele abundar en la naturaleza, pero parecía que para estos científicos, y para todo el mundo que los rodeaba, estaba cantado que si los extraterrestres eran tan o más inteligentes que nosotros -lo suficiente para interpretar correctamente el mensaje-, sus buenas intenciones eran inevitables. Pues bien, ahora me encuentro que por lo menos no era tan estúpido mi recelo inicial.

No puedo menos que menear la cabeza: llevamos la tribu impresa en la parte más primitiva de nuestro cerebro; siempre vamos en manada , y si alguna oveja, por casualidad o por algún defecto de su carácter, se separa de ella... termina dudando de su cordura.


Pero si se tiene la "suerte" de vivir lo suficiente, a lo mejor encontramos que no estábamos tan solos.