(Publicado el 21-05-20)
Escuchar a Sábato, en 1977, me ha conmovido profundamente. No creo que cualquiera que lo escuche en este vídeo sienta lo mismo. Para ello tendría que haber estado en Buenos Aires, en 1976, y haber visto como desaparecían bruscamente amigos cercanos. Al lado de aquellos estos tiempos, éstos son demasiado muelle, blanditos como mejilla de muchacha. Y suscribo a D. Ernesto en su rechazo visionario de la violencia ingenua y también malévola con qué se puede hundir a un país. Pero disiento de él en tanto creo que es hora de abandonar a los ideólogos del siglo XIX y XX para buscar nuevos horizontes acordes con los nuevos desafíos. Si las viejas recetas fueran buenas... entonces mejor volver a la Biblia y a las viejas oraciones del Talmud.
Pero si los nuevos tiempos requieren dar un salto cuántico en nuestro pensamiento, entonces ahora es el momento, porque estamos en la bisagra de dos mundos. Uno que se autolimenta de resentimientos pasados y otro que avizora un cosmos que se abre a nuevas conquistas y desafíos humanos. Y aunque parezca una utopía (¡siempre hablando de esta palabra!) necesitamos salir de la Tierra, porque ésta ya es demasiado pequeña para la especie, y quedarnos en ella es convertirla en una jaula dónde las ratas se despedazan entre sí.
Sí, somos ratas, pero ratas inteligentes, más inteligentes que nuestras peludas hermanas grises, y necesitamos salir fuera desesperadamente. No sólo fuera de nuestra casa, sino fuera de nuestro planeta. Y aunque parezca utopía, es la única respuesta, tal como lo veo, válida para este complejo siglo en el que estamos. Carl Sagan lo vió tan claro que nadie lo entendió; quizá fue un profeta. En realidad lo fue: necesitamos, como especie nuevos desafíos, explorar nuevas tierras con nuevos peligros, más allá de nuestro lógica y nuestra filosofía. Sólo en la exploración del universo cercano, como en el siglo XVI, los mejores saldrán fuera y expandirán drásticamente nuestras fronteras mentales. Quedará mucha gente dentro, como en la Europa de aquella época, pero los que quedan tendrán otro horizonte existencial en la cabeza si no para ellos, sí para sus hijos y nietos. Y el mundo (humano) tendrá que recomponerse para hacerse eficaz y eficiente en los nuevos desafíos. Sin ellos, vuelvo a repetirme, estamos condenados a revivir el viejo mundo de las rencillas que nunca acaban en nada.
Si tuviéramos dos dedos de frente volcaríamos todo el esfuerzo de la especie en impulsar la ciencia y la ingeniería capaz de construir las naves estelares que nos conduzcan a otros mundos. Y en paralelo desarrollar las ideas y el marco de referencia necesario para afrontar lo que nos espera. El ser humano necesita de grandes desafíos y de tremendos peligros para dar de sí todo lo que tiene de bueno. De otra manera tanta inteligencia se vuelve contra sí envenenándolo lentamente.
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